viernes, 26 de septiembre de 2008

Un cuento de Fantasmas de Rodrigo De Sahagún.....

Rodrigo De Sahagún es un joven escritor novel Mexicano. Gran creador de cuentos e imaginador indiscriminado. Normalmente Rodrigo publica en un espacio que él se ha inventado llamado La Columna Oblicua....la columna oblicua tiene muchos medios de difusión....aparece donde se deja, en mogollón de espacios en las webs de por allá en las américas o en lugares de lo más insólito.....también cada cuento una vez realizado es enviado a un inmenso grupo de amigos que lo reenvía a más gente......dos buenos ejemplos de lugares donde aparece la columna de Sahagún serían por ejemplo la web oficial de la APIA. La agencia periodística de información alternativa...
http://www.apiavirtual.com/2008/07/25/la-columna-oblicua/
O en Notineta:
http://notineta.com/articulo.php?id=42
La Columna Oblicua nos ofrece tal selección de cojonudos cuentos que es una pasada, pero este en concreto me ha gustado mucho, lo suficiente para hacer esta ilustración.


En el metro
Un cuento de Rodrigo De Sahagún.

Conducía la ruta de la línea siete del metro en la noche del sábado, era el último recorrido y me dirigía a la estación terminal Barranca del Muerto.


Al conducir, vi cruzar una sombra a mucha velocidad; pensé que se trataba de algún gato incauto pero lo descarté, se hubiera calcinado al momento de pasar por los rieles. Instantes después escuché golpes en el costado derecho de mi cabina, haciéndome recordar el angustioso golpeteo que producían los pequeños cuerpos de aquellos niños que cayeron hace meses, quedaron atrapados comprimiéndose contra el metal. Esta vez los golpes sólo duraron unos segundos.


Cuando llegué a Mixcoac, escuché fuertes ruidos en el techo; como operador nunca había oído algo parecido, así que salí de la cabina, me paré sobre las puntas de los pies alargando mi cuello y miré por encima de los vagones. No encontré nada fuera de lo común, me metí a la cabina, cerré las puertas y arranqué. Pensé, que la sombra y los ruidos, eran sólo trastornos de mi cansancio.
Al llegar a Barranca del Muerto mientras esperaba un par de minutos para que los pasajeros descendieran tocaron la ventanilla con desesperación, era una mujer guardia encargada de revisar los vagones; noté un gesto de alerta en su maltratada cara, abrí la puerta y me percaté de los murmullos y sollozos de la gente. Le pregunté qué era lo que ocurría y mientras ella intentaba explicarme, rogué porque no fueran de nuevo pequeños cuerpos mutilados.


Salí de la cabina y vi personas reunidas en el primer vagón, el ambiente era de exaltación y se percibía un aroma a sándalo. Me asomé para ver qué era lo que causaba conmoción, miré al interior y observé cinco cadáveres en el piso, me acerqué un poco más para entender la causa de su muerte. Al tener mejor visibilidad, observé que todos sangraban del cuello.


La seguridad encargada llegó, yo me dirigí a la cabina para recoger mi saco y levantar el reporte; al entrar, sentí una mirada, volteé y me percaté de una presencia parada sobre los rieles; me miraba fijamente, sé que lo hacía porque los faros todavía estaban encendidos y la iluminaban; era una hombre alto, pálido, de expresión tranquila, cabello largo, negro, y colgaba un gran crucifijo plateado de su cuello. Desvié la mirada al percatarme que dos niños deformes ensangrentados estaban parados junto a mí, regresé la mirada para buscar al pálido ser, había desaparecido, al igual que los niños.


Todavía se habla de los asesinatos y afirman que fueron obra de algún loco-maniático. Yo sigo operando en la ruta, no he vuelto a ver sombras cruzar, ni al espectral hombre, sólo que ahora viajo acompañado con dos pequeñas criaturas que arañan mi espalda y gritan cada vez que llego a la terminal.